Lazarillo de Tormes
Fue publicada en 1554. De autor anónimo, se dice que este quiso ocultar su nombre por miedo a las represalias debido al tono anticlerical que tiene la obra. El relato comienza con una carta dirigida a ‘’vuestra merced’’ y posteriormente se divide en siete tratados o capítulos y un prólogo, cuyo enunciador es el propio Lázaro, el protagonista de la obra, en el que cuenta el objetivo de la historia y la intención.
Esta novela pertenece al género narrativo y dará origen a la novela picaresca.
''Pues sepa V.M. ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río.''
En el primer tratado, el Lazarillo de Tormes cuenta la historia de su infancia: narra cómo cambió su vida al dejar la calidez de su hogar por una posible nueva vida como guía de un ciego, quien, astuto y avaro, enseñó a Lázaro lo difícil que era la vida, y cómo el protagonista, cansado, acaba huyendo de él.
"Pues ha tornado en su acuerdo, placerá a Dios no será nada."
Ahí tornaron de nuevo a contar mis cuitas y a reírlas, y yo, pecador, a llorarlas. Con todo esto, diéronme de comer, que estaba transido de hambre, y apenas me pudieron remediar. Y ansí, de poco en poco, a los quince días me levanté y estuve sin peligro, mas no sin hambre, y medio sano.
Luego otro día que fui levantado, el señor mi amo me tomó por la mano y sacóme la puerta fuera y, puesto en la calle, díjome:
"Lázaro, de hoy más eres tuyo y no mío. Busca amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía tan diligente servidor. No es posible sino que hayas sido mozo de ciego."
Y santiguándose de mí como si yo estuviera endemoniado, tórnase a meter en casa y cierra su puerta.''
En el segundo tratado, Lázaro acepta el trabajo de un clérigo avaro que apenas le alimenta. Entonces Lázaro decide robarle comida hasta que el clérigo le descubre y le despide.
En el tercer tratado, Lázaro llega a Toledo y vive de las limosnas hasta que un pobre escudero le acoge en su hogar. Sin embargo su respiro dura poco, ya que el escudero desaparece y Lázaro se queda sin amo una vez más.
''Andando así discurriendo de puerta en puerta, con harto poco remedio, porque ya la caridad se subió al cielo, topóme Dios con un escudero que iba por la calle con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden. Miróme, y yo a él, y díjome:
"Mochacho, ¿buscas amo?"
Yo le dije: "Sí, señor."
"Pues vente tras mí -me respondió- que Dios te ha hecho merced en topar comigo. Alguna buena oración rezaste hoy."[...]
Así, como he contado, me dejó mi pobre tercero amo, do acabé de conocer mi ruin dicha, pues, señalándose todo lo que podría contra mí, hacía mis negocios tan al revés, que los amos, que suelen ser dejados de los mozos, en mí no fuese ansí, mas que mi amo me dejase y huyese de mí.''
En el cuarto tratado, Lázaro se pone al servicio del Fraile de la Merced, a quien se cansa de seguir y abandona.
''Hube de buscar el cuarto, y éste fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual ellas le llamaban pariente: gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar, tanto que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento. Éste me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, mas no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y por otras cosillas que no digo, salí dél.''
En el tratado sexto su suerte parece cambiar cuando comienza a trabajar para un capellán. Después de mejorar su apariencia, les deja a éste y a su oficio.
''Después desto, asenté con un maestro de pintar panderos para molelle los colores, y también sufrí mil males.
Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, entrando un día en la iglesia mayor, un capellán della me recibió por suyo, y púsome en poder un asno y cuatro cántaros y un azote, y comencé a echar agua por la ciudad. Éste fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida, porque mi boca era medida. Daba cada día a mi amo treinta maravedís ganados, y los sábados ganaba para mí, y todo lo demás, entre semana, de treinta maravedís.
Fueme tan bien en el oficio que al cabo de cuatro años que lo usé, con poner en la ganancia buen recaudo, ahorré para me vestir muy honradamente de la ropa vieja, de la cual compré un jubón de fustán viejo y un sayo raído de manga tranzada y puerta, y una capa que había sido frisada, y una espada de las viejas primeras de Cuéllar.
Desque me vi en hábito de hombre de bien, dije a mi amo se tomase su asno, que no quería más seguir aquel oficio.''
''Cuando por bien no le tomaban las bulas, buscaba cómo por mal se las tomasen, y para aquello hacía molestias al pueblo e otras veces con mañosos artificios. Y porque todos los que le veía hacer sería largo de contar, diré uno muy sotil y donoso, con el cual probaré bien su suficiencia.
En un lugar de la Sagra de Toledo había predicado dos o tres días, haciendo sus acostumbradas diligencias, y no le habían tomado bula, ni a mi ver tenían intención de se la tomar. Estaba dado al diablo con aquello y, pensando qué hacer, se acordó de convidar al pueblo, para otro día de mañana despedir la bula.''
Durante el quinto tratado, Lázaro se encuentra con un mentiroso buldero a quien también acaba abandonando.
En séptimo y último tratado, Lázaro se casa con la criada del arcipreste de San Salvador, sobre la que, una vez casados, se empiezan a formar cuentos con el arcipreste. Él decide no hacer caso a estos chismes y finalmente llega a un período de estabilidad en su vida.
''Entonces mi mujer echó juramentos sobre sí, que yo pensé la casa se hundiera con nosotros, y después tomóse a llorar y a echar maldiciones sobre quien conmigo la había casado, en tal manera que quisiera ser muerto antes que se me hobiera soltado aquella palabra de la boca. Mas yo de un cabo y mi señor de otro, tanto le dijimos y otorgamos que cesó su llanto, con juramento que le hice de nunca más en mi vida mentalle nada de aquello, y que yo holgaba y había por bien de que ella entrase y saliese, de noche y de día, pues estaba bien seguro de su bondad. Y así quedamos todos tres bien conformes. Hasta el día de hoy, nunca nadie nos oyó sobre el caso; antes, cuando alguno siento que quiere decir algo della, le atajo y le digo:
"Mirá: si sois amigo, no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar; mayormente si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero, y la amo más que a mí. Y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco; que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me mataré con él."
Desta manera no me dicen nada, y yo tengo paz en mi casa.''

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